El optimista latino
Quebramos el pesimismo actual acerca de la economía mundial para ofrecer una palabra sobre el progreso. En América Latina y el Caribe, la porción de la población que vive en la pobreza cayó considerablemente desde 1990 a 2010, de un 48,4 por ciento al 31,4 por ciento, según un nuevo informe de las Naciones Unidas. Y esto ocurrió cuando la población ha crecido desde 440,7 hasta los 582 millones.
Tomado de The Washington Post (Washington, diciembre 2011)
La noticia sobre la tasa de pobreza extrema es aún mejor: cayó del 22,6 por ciento en 1990 a 12.3 por ciento el año pasado. Esto significa que América Latina casi ha alcanzado el objetivo, fijado por las Naciones Unidas en 2000, de reducir la pobreza extrema a la mitad de la tasa de 1990 de aquí a 2015. Y hay más: la distribución de los ingresos notoriamente desigual de América Latina es cada vez menor. El informe de la ONU, preparado por la Comisión Económica para América Latina en Santiago de Chile, sugiere que el coeficiente Gini, una medida ampliamente utilizada de desigualdad, ha disminuido constantemente en diez países latinoamericanos en la última década.
¿Qué fue bien? América Latina sufrió una “década perdida” de lento crecimiento durante la década de 1980, como consecuencia de que la pobreza y la desigualdad aumentaba. Esa caída profunda fue el resultado de una anterior serie de crecimiento artificial alimentado por la deuda. Pero las reformas estructurales que han promulgado los países, como el alivio del precio de la deuda, con el tiempo, dio sus frutos de manera duradera, y una prosperidad más extendida. A ello ayudó también el libre comercio entre los países latinos y entre América Latina y los Estados Unidos.
Los gobiernos de la región aumentaron el gasto en salud, educación y beneficios sociales, y aplicaron estos recursos más eficientemente para los más necesitados. Una mejor educación, atención sanitaria a las mujeres en toda la región, junto con más libertad y democracia, (excepto en Cuba, Venezuela y sus afines), contribuyeron a disminuir los índices de fertilidad. Esto habilitó mujeres para ganar más, y a las familias para dedicar más tiempo y recursos a cada uno de sus niños.
Los resultados han sido más dramáticos en la nación latinoamericana más grande, Brasil, que es ahora tan próspero que es considerado como rescatador de Europa. Entre 2003 y 2009, la participación de la población de Brasil que vivía con dos dólares al día o menos cayó del 22 por ciento al 7 por ciento, según el Banco Mundial, cuyos préstamos han mantenido los programas antipobreza de Brasil.
Pero el segundo país más grande, México, también ha superado una recesión aguda en 2009; Wells Fargo Securities Economic Group prevé que la economía de México crecerá 4,3 por ciento en 2012 —el doble del índice previsto para EE.UU—. La desigualdad también se ha paliado allí. Muy de notar, México, como otro amigo de EE.UU., Colombia, mantuvo el crecimiento de su economía a pesar de la lucha contra la violencia relacionada con el narcotráfico.
Evidentemente todo no es perfecto en Latinoamérica. Cuba todavía está estancada, y Venezuela, bajo Hugo Chávez, está marcada por la delincuencia y la inflación. Los millones de hispanoamericanos ocupados en la agricultura y el trabajo urbano informal aún tienen que acceder a los beneficios del crecimiento. Algunos países latinos continúan dependiendo de los precios de las materias primas; el frenesí de compras de materias primas de China los ha sostenido, pero seguramente esto no puede durar para siempre.
Pero las tendencias básicas son positivas — mucho más de lo que muchos habrían pronosticado basándose en el apuro regional del final de los ochenta. Latinoamérica está cosechando los frutos de la reforma, la apertura y el trabajo duro. Toda una lección para el mundo entero.
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