Una breve historia del azaroso origen del más espectacular éxito del periodismo peruano del siglo XX y de su compulsivo director Guillermo Thorndike
Escribe Juan Carlos Lázaro
La República vio la luz por primera vez en Lima a las tres de la tarde del lunes 16 de noviembre de 1981. Antes de concluir ese año, el diario estaba prácticamente quebrado. Sus promotores apostaron por un segundo intento y el resultado fue un éxito sin precedentes en la historia del periodismo peruano en el que además marcó un punto de quiebre e inauguró un nuevo rumbo.
Su
creador y primer director fue el experimentado periodista Guillermo
Thorndike, quien en esta empresa estuvo asociado con otros dos sagaces
hombres de prensa: el “Chino” Domínguez (jefe de Fotografía) y José
Olaya Correa (jefe de Redacción). El primer presidente de su directorio
empresarial fue Roberto Carrión Pollit, pero tuvo en Gustavo Mohme Llona
su accionista más tenaz y comprometido con la propuesta del nuevo
diario.
Los
otros periodistas fundadores, aquellos de la primera hora, fueron Mirko
Lauer, Alfonso La Torre, Ismael León, Mario Campos, Víctor Caycho,
María Cristina Nadramia, Amadeo Julián, Segundo Vargas, Miguel Reynel,
Lorenzo Villanueva, Julia Wun, Patricia Salinas, Manolo Salerno, Maruja
Muñoz, Juan de Dios Rojas, Reynaldo Muñoz, JL Díaz, Javier Rojas,
Augusto Bressani, Luis Trujillano, Walter Perales, Luis Castro Gavelán,
Samuel Adrianzén, Oscar Cuya, Luisa Sánchez, Ernesto Guerrero y quien
escribe estas líneas. Como jefe de Informaciones actuó Alejandro Sakuda y
como secretaria de dirección, Luz Lévano.
En
la sección de Fotografía estaban –además del “Chino” Domínguez – el
brillante Raúl Sagástegui, así como Jorge Sedano, Luis León y Antonieta
Gamarra, asistidos por Susana Baca como archivera. La sección de
Diagramación tenía como titular a Jesús Ruíz Durand, secundado por Pedro
Parra, José Aquije y Rosario Velásquez. La jefatura de Producción
estaba a cargo de Ricardo Benítez y la de Archivo tenía al venerable
Alejandro Lostaunau. La incansable traductora no era otra que Martha
Núñez.
Con este equipo, que se entregó en cuerpo y alma a su tarea, en el curso
de ese primer año de circulación Thorndike logró que La República
comprara su primera rotativa. En el segundo año su creciente éxito le
permitió adquirir como local propio un edificio de tres pisos, con
sótano, en el centro histórico de Lima. En el tercer año consiguió
lanzar un segundo periódico: El Popular. Y en el cuarto año –desatadas
las ambiciones de los accionistas– Thorndike fue despedido.
Al
ingresar a escena, La República se encontró con periódicos afirmados
entre los lectores como El Comercio, La Crónica, La Prensa, Expreso,
Correo y Ojo. De éstos el más antiguo superaba el siglo de edad y el más joven
llevaba 20 años de carrera. El Diario de Marka, con cuatro años en la
brega, tenía en el sector izquierdista y sindical de entonces un amplio
público cautivo. El más reciente y solvente era El Observador, también surgido en
1981, pero con gran aceptación por su buena información, su impecable
impresión a colores y su imagen de modernidad. Se anunciaba pues una
competencia sin cuartel en pos de la lectoría.
Muchos
han querido explicar el fulminante éxito de La República por su
orientación hacia la crónica roja. Puede haber algo de cierto en esta
afirmación. Y es que por mucho tiempo su primera plana y su central fueron
dedicadas a historiar las fechorías de los más temibles hampones de la
época como Perochena, el “Loco Vicharra” o Maritza Dávila (la “Chica
Dinamita”). Pero se olvida a la vez que entre esas mismas páginas
aparecían a diario los sonetos de Martín Adán; los polémicos editoriales de Mirko Lauer sobre la actualidad política nacional; la
lúcida crítica literaria y de arte de Alfonso La Torre; los eruditos
comentarios sobre el cine de don Miguel Reynel; las reveladoras
entrevistas de Mario Campos a personajes de la más variada índole, y las
columnas dominicales firmadas por Gabriel García Márquez, Eduardo
Galeano y Mario Benedetti, entre otras célebres plumas.
Pero
ello no lo explica todo. Por una auténtica vocación a favor de los
sectores populares y por su amplia visión de periodista atento a las
pulsiones sociales, Thorndike hizo de La República el mural impreso del
nuevo Perú, aquel surgido de la experiencia de la revolución velasquista
y de la intensa migración que volcó a comunidades enteras de los andes
hacia las ciudades de la costa y que no tenían carta de ciudadanía. La
democracia había retornado al Perú en 1980 –y la insurrección senderista
había mostrado a la vez su garra asesina en apartados pueblos de la
sierra–, pero los sectores de la burguesía tradicional que volvieron al
poder se negaron –y algunos se niegan aún– a reconocer al nuevo país y
sus demandas de cambios en las estructuras del Estado. El pueblo
volvería a darle las espaldas y el nuevo diario se haría eco de ese
descontento.
Además,
a mediados de 1982 El Observador fue abandonado por su prófugo
propietario, el empresario Luis León Rupp, y al poco tiempo La Prensa,
vocero de la vieja oligarquía agrarista, quebró abatido por una mala
administración y el abandono de la lectoría. El Diario de Marka,
gestionado por una pluralidad de partidos de izquierda, también cerró
como consecuencia del sectarismo y el divisionismo de sus auspiciadores.
El camino se despejaba, es cierto, pero antes que estos diarios
hicieran crisis La República ya había ganado el favor de una amplia
mayoría de lectores y los días domingos, al menos, superaba los 200.000
ejemplares de ventas. Thorndike había dejado de ser un hombre adusto
para estremecer con su risa orsonwelleana la redacción de su periódico.
En
las elecciones municipales de 1983, La República abrió sus páginas al
candidato socialista Alfonso Barrantes Lingán, y en las presidenciales
de 1985 respaldó abiertamente las dos candidaturas populares: la de
Barrantes y la de Alan García. En uno y otro caso triunfaron sus
propuestas electorales. ¿El resultado habría sido el mismo sin las
campañas del diario del jirón Camaná? No había vuelta que darle. Cuatro
años de intensa historia marcada por el éxito y la tragedia –en
Uchuraccay cayó su reportero gráfico Jorge Sedano al lado de otros siete
colegas–, habían consagrado a La República como el nuevo diario del pueblo.
2 comentarios:
Juan Carlos, te falto mencionar a las personas de producción como el viejo Mata en el quemado de placas, a Dante Díaz en Montaje o al loco Gurmendi en Fotomecanica quienes se amanecieron para hacer el número cero o cuando salio la primera portada del periódico con la foto empastelada del juez traficantes de niños en el Callao.....Como olvidar a Eduardo "Pato" Gianotti o al decimista-carpintero Juan Urcariegui..a la Sra. Norma Arteaga...pequeños accionistas del diario...
Felicitaciones, Juan Carlos. Hermosa nota. Los recuerdos afloran sin pausa...
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